Puede parecerte un acto simple. Meterte bajo un chorro de agua, enjabonarte y aclararte. Sin embargo, una ducha en condiciones, tiene más factores a observar. Los dermatólogos desaconsejan muchas de las cosas que tenemos interiorizadas y hacemos de forma mecánica. Hoy te contamos cuáles son.
El agua caliente
Existe la idea generalizada de que una larga ducha con agua caliente es un antídoto perfecto para la tensión muscular y el estrés. Sin embargo, cualquier dermatólogo te diría que enfríes el agua para conseguir una piel más saludable. El agua caliente retira de la piel sus aceites naturales. Y no sólo eso, estimula el flujo sanguíneo, por lo que podría provocar inflamaciones, picores o erupciones cutáneas. Si tu piel termina enrojecida tras la ducha, es que te pasaste con la temperatura del agua.
Cambiarte a una ducha tibia e incluso fría, al menos un par de veces a la semana, hará que tu piel esté más hidratada y tu cabello más fuerte y brillante.
Tomarte demasiado tiempo
Con lo a gusto que se está bajo el agua, es muy tentador recrearse con duchas de hasta 15 minutos. La mayoría de expertos aconsejan no excederse de los diez minutos bajo el agua. Es más, los dermatólogos estiman que una ducha óptima debería ser de unos 5 minutos.
También aconsejan que des las espalda al chorro de agua. Por poca presión que lleve, el impacto golpeará constantemente tu piel. Los chorros intensos de agua pueden dejar restos de carbonato de magnesio en tu piel y eso provocará sequedad.
Cuidado con el champú
Lo primero que deberías hacer es asegurarte de que tu champú está libre de parabenos. Estos químicos que se usan en la industria cosmética para conservar los productos, pueden llegar a ser cancerígenos para el ser humano. Si ya has cambiado a un champú sin parabenos, lee atentamente la lista de ingredientes. Recientemente, se ha empezado a utilizar como sustituto la metilisotiazolina, un conservante que puede causar irritación en la piel. Muchos de nosotros somos sensibles a este químico etiquetado como MI.
Del mismo modo, ten cuidado a la hora de usar acondicionador. Normalmente, nos lavamos el cuerpo mientras dejamos que el acondicionador haga su efecto. Si dejamos su enjuague para el último paso, los restos de acondicionador caerán sobre nuestra espalda. Esto puede dejar residuos de aceite y obstruir los poros de la piel.
Utilizar productos abrasivos
No te dejes engañar por preciosas pastillas de jabón. Eliminarán los aceites naturales de tu piel y te dejarán la piel seca y áspera. Con el paso del tiempo, irán acentuando las líneas más finas, por ejemplo en la línea del escote. En su lugar, anímate a usar limpiadores libres de jabón. Son la mejor opción para evitar el envejecimiento de la piel.
Usar una esponja
Hablando en plata: es un caldo de cultivo para las bacterias. Aunque enjuagues tu esponja después del uso, los restos de de jabón seguirán allí. La dejarás aparcada hasta el próximo uso y en un ambiente húmedo. Así que las bacterias van a darse un festín a costa de tu esponja.
La recomendación de los dermatólogos es que te bañes sin esponja. Si realmente te cuesta hacerlo, asegúrate de enjuagarla con agua abundante agua. Y cambia de esponja cada tres semanas.
Lavarte la cara en la ducha
La piel de la cara es más delicada que la del resto del cuerpo. Por este motivo, los dermatólogos aconsejan que no te laves la cara con los mismos geles que utilizas para el cuerpo. Es preferible que esperes al salir de la ducha y laves tu cara con un limpiador específico para el rostro.